Sin ánimo de echar más leña al fuego, nos detenemos solo en el género elegido por Íñigo Errejón para la despedida de la política y anuncio de su propia dimisión como diputado: El epistolar. Siempre nos han gustado las cartas en Medialuna, porque constituyen herramientas de comunicación muy íntimas, directas y cercanas… Somos conscientes de que toda relación empieza por compartir una intimidad. La carta sirve para conectar, hablar de tú a tú, confesarse y hacer una declaración en toda regla.
A pesar de las nuevas formas y plataformas de expresión, existen géneros literarios muy antiguos y poderosos, que nunca pasarán de moda, por el gran poder de conexión. ¿Cuántas cartas definitivas has escrito en tu vida profesional? ¿Has recibido recientemente una carta importante que te ha dejado traspuesto? Defendamos el género epistolar, como el más íntimo de todos y, al mismo tiempo, el más sorprendente. ¿Cómo olvidar Cartas a una desconocida, de Stefan Zweig.
«Sólo quiero hablar contigo, decírtelo todo por primera vez. Tendrías que conocer toda mi vida, que siempre fue la tuya aunque nunca lo supiste. Pero sólo tú conocerás mi secreto, cuando esté muerta y ya no tengas que darme una respuesta”…
En el caso del político Iñigo Errejón, no sabemos cuándo ni cómo escribió esta carta de despedida y confesión. Ni siquiera si alguien le ayudó a hacerlo. Tampoco sabemos cuánto tiempo tardó en poner cada una de las palabras o si estuvo o no asesorado; pero sí estamos convencidos de que después de una carta así, toca silencio, sepultura de palabras hasta el infinito. ¿Cómo hacer alguna declaración verbal o dar la cara después de una carta tan contundente?
Está claro que hubo lucidez para explicarse, desde el silencio, compartiendo el tormento de una culpabilidad manifiesta, pero solo por escrito, como corresponde al que solo quiere dirigir un mensaje sin respuesta; al que desea hacer una confesión definitiva.
Nos gusta el género epistolar. Sin remisión, es más literario, poético, poco propio del ámbito empresarial, ejecutivo o político, salvo en circunstancias como las que acontecen. La carta de Íñigo Errejón tiene todos los ingredientes de comunicación para convertirse en escándalo: confiesa unos hechos ciertamente vergonzosos; deja al lector con la duda de si el autor se encuentra enfermo o en proceso de sanación; y lo más relevante: no nos permite réplica alguna.